Nantes, la ciudad de Julio Verne

Castillo de los duques de Bretaña, Nantes

Nantes, Francia

Aunque no lo supieras, te enterarías sólo con pisar la ciudad, ya que ésta lo tiene como principal reclamo turístico, por algo ha sido nombrado hijo predilecto. Julio Verne nació en Nantes en 1828 y, aunque más tarde se trasladó a Amiens, lo cierto es que su lugar de nacimiento ha aprovechado sus raíces para crear una nueva ciudad que plasmara la imaginación del novelista. Esto queda reflejado con la compañía teatral La Machine, que han creado en una explanada varios inventos relacionados con Julio Verne. Si te acercas hasta allí te llamará la atención el gran elefante de madera que pasea a motor por la explanada. Éste divierte a los turistas salpicándolos de agua y permitiendo que éstos se suban a él. El viaje está incluido con la entrada del museo, que son unos 20 euros. Aunque prepárate para esperar cola.

Dentro de La Machine hay un mundo de fantasía en donde podremos ver la maqueta de un calamar gigante y un barco de pesca, entre otros artilugios que parecen sumergirte en Veinte mil leguas de viaje submarino. Además, cuenta con una enredadera metálica a la que se puede subir, ya que tiene escalones, y desde donde se obtienen vistas del río. La Machine se encuentra justo en la isla de Nantes, que está unida a la península por varios puentes. El museo dedicado a Julio Verne, donde se encuentran algunos de sus escritos originales y donde están expuestas fotografías de su vida, no está muy lejos de la isla, por lo que la ruta Verne es conveniente que la hagas del tirón para ahorrar tiempo. Éste se encuentra en el barrio de Sainte Anne, justo enfrente del noroeste de la isla.

Elephant de La Machine, Nantes

Y, dejando a un lado al gran Julio Verne, Nantes es una ciudad que tiene mucho que mostrar. Para empezar es curioso que, aunque la consideran parte de la Bretaña francesa, ya que aparece separada de Francia en la mayoría de los mapas independentistas, por mucho que le pese sigue perteneciendo a los Países del Loira. Su casco antiguo está lleno de historia, por lo que si quieres recorrer sus puntos más importantes necesitarás una mañana y alguna hora de la tarde. No es una ciudad muy grande, por lo que es fácil recorrérsela a pie. La primera impresión que me causó fue el parecido de algunas de sus calles con Niza, sobre todo su gran avenida por donde pasa el tranvía.

Su centro de información turística se encuentra justo en la plaza que está delante de la Catedral Saint-Pierre. Desde aquí, bajando por la Rue des États, podremos acercarnos hasta el castillo de los duques de Bretaña, una enorme fortaleza medieval cuyo patio central se compone de la entrada al palacio y de otro edificio que sirve como museo de historia de Nantes. Este castillo fue asaltado en numerosas ocasiones, y en la Segunda Guerra Mundial incluso sirvió como búnker para realizar operaciones telefónicas. Posteriormente, y debido a su desgaste, se procedió a las obras de rehabilitación que no culminaron hasta el 2007, momento en el que se abrió al público después de muchos años. Lo más recomendable es dar un paseo por los jardines, donde podemos ver las antiguas fosas.

Castillo de los duques de Bretaña, Nantes

No te puedes perder el Passage de Pommeraye, unas preciosas galerías de estructura metálica con doble piso que están adornadas con motivos barrocos. Aunque no he podido entrar en ninguna de sus tiendas, ya que cuando fui era domingo y estaba todo cerrado, me imagino que los precios serían bastante altos, en general como en toda Francia. Esta visita es una de las más recomendadas, ya que para ser un centro comercial, tiene un encanto especial. lustzone.ch Aunque si te apasiona la arquitectura, entonces deberías de apuntarte la Maison Radieuse, que revolucionó la arquitectura de los años 50 de la mano de Le Corbusier. La idea fue crear un espacio habitacional que pudiera albergar a unas 1.400 personas, ya que tras la Segunda Guerra Mundial surgió la necesidad de reconstruir Nantes. También supuso un gran choque estético para la época y, aunque era gris y cuadrado, éste estaba lleno de luz.

Por último, si sobra tiempo, puedes relajarte en el espacio verde de la ciudad: los Jardínes de Grand-Blottereau; o salir de compras por el barrio de Graslin, donde están todas las tiendas de moda, desde las más vanguardistas hasta las grandes firmas.

Periodista digital especializada en viajes

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