Batad, la aldea de los Ifugao

Batad, Filipinas

Batad, Filipinas

Actualmente sorprende ver como todavía hay pueblos y países que han logrado esquivar los estragos de la mano del hombre, sobre todo en aquellos cuyo turismo es constante. Las Terrazas de arroz de Ifugao, Banaue, comentadas en su día en mi diario de viaje, es uno de esos lugares que se ha sabido respetar a sí mismo y mantener el encanto que les ha llevado a ser una de las maravillas naturales del mundo. Allí no encontraremos caminos trazados para pasear por sus terrazas, no habrá grandes parkings para los autocares, ni tampoco tiendas de souvenirs donde llevarse cualquier llavero o camiseta de “I love Banaue”. Y, por suerte, es algo a lo que te vas acostumbrando según vas recorriendo Filipinas.

Ifugao, Batad, Filipinas

A pesar de su título de maravilla natural, los escalonados arrozales que les han dado la popularidad es un arduo trabajo del que viven la tribu de Ifugao; quienes ahora se enfrentan a los efectos de la emigración de sus descendientes y presencian cada día como el verdor intenso de sus cultivos se va apagando con la decadencia de algunos arrozales vecinos. También tiene que ver la época en la que los visites, ya que en nuestro viaje pudimos ver como en muchas de las parcelas acababan de recoger la cosecha.

Ifugao, Batad, Filipinas

Dentro de esta obra de arte, que se puede percibir desde lo más alto de la cordillera (a 1.00 metros de altura), está Batad, una pequeña aldea de casas descuadradas en el corazón de Ifugao donde sus habitantes viven en contacto con la naturaleza. No hace falta que os recomiende que descendáis hasta ella, pues sea cuál sea el camino que elijáis para rodear las terrazas y bajar hasta la cascada de Tappiyah os llevarán allí. Por supuesto, la entrada al pueblo es libre, aunque los guías recomiendan que dejemos 20 céntimos de euro (10 pesos)en su «oficina» del mirador principal como ayuda a mantener el encanto del lugar y a su gente, que viven principalmente de sus cosechas.

Ifugao, Batad, Filipinas

A lo lejos ya se puede sentir el alboroto de los niños en su hora del recreo; o alguna de las plegarias que las señoras de la tierra cantan mientras trabajan en el campo. Las mismas canciones que enseñan a sus descendientes en la escuela que, para ser un pueblo bastante pequeño, es bastante amplia (sin quererlo, también acabarás dentro de ella). Aunque la gente es hospitalaria, tal y como comenté anteriormente, aquí los mayores son bastante supersticiosos con las fotos y creen que trae mal augurio, aunque también las hay que intentan sacar provecho del turismo, como las señoras de la imagen de a continuación, quienes repetían money, money por salir en ellas. Lo cierto es que cualquier donativo es mínimo para nosotros y para ellos supone su segunda fuente de ingresos.

Ifugao, Batad, Filipinas

Tampoco hay que subestimar el trabajo de estas mujeres, aunque por su físico intuyamos unos 70 años. La agilidad por la que suben y bajan por aquellas montañas es increíble. Mientras nosotros avanzamos buscando un camino por donde acceder o nos alegramos al encontrarnos algún escalón de piedra por donde subir, ellas ya han ido y venido dos veces (porque sí, la mayoría de los campesinos son mujeres). Mujeres con piel curtida del sol, dedos deformados de sujetarse por la montaña descalzas, ropas raídas de rozarse con las rocas y espalda encorvada que son capaces de adelantarte hasta por el camino más estrecho. Y es que si los viajeros estamos casi un día sin movernos por realizar dicho trayecto, imagínate tener que repetirlo todos los días. Para que os hagáis una idea, desde arriba y hasta la parte inferior de ésta son unas tres horas ida y vuelta.

Ifugao, Batad, Filipinas

El cultivo del arroz es un trabajo especialmente duro ya que, aunque hayan incorporado algunos animales para ayudarse a arar la tierra, la tribu de los Ifugao continúa construyendo y reestructurando las parcelas a mano, sin ninguna tecnología. Para evitar el desprendimiento del propio terreno, se levantan muros de piedra que incluso pueden llegar a alcanzar los seis metros de altura. El cultivo del arroz también lo realizan ellos mismos, igual que la recolección. Este proceso de trabajo se basa en el sistema indígena de muyong, en el que se permite crear bosques privados en estas tierras y trabajar en colectivos para desarrollarlos y repartirse las tareas: los hombres se dedican a la construcción y al sistema de riego basado en la depuración del agua de las lluvias; y las mujeres, por su parte, se encargan de cultivar y recolectar el arroz.

Aunque el pueblo no es más de lo que podemos ver en las imágenes, el hecho de que la mayoría de los que visitamos Filipinas lo incluyamos en nuestros viajes al norte del país hace que sus indígenas hayan tenido que pensar en ofrecer hospedaje a aquellos que quisieran alargar su estancia en Batad o que necesitasen alimentarse. Por ello, una de las cosas que más llama la atención al entrar a este diminuto pueblo de casas de madera y hormigón es el letrero de Ramon´s Homestay. No es el único de la aldea, también está Rita, aunque parece que éste es el que más ha invertido en publicidad. En la parte superior también hay un par de pequeños restaurantes donde puedes comprar pizza o algún refresco. Entre otros edificios, tampoco te pasará desapercibido un diminuto cuarto cuya ventana está abierta al exterior y que sirve como paritorio.

Ifugao, Batad, Filipinas

Las únicas tiendas que encontramos son partes de las casas convertidas en paradas artesanales. No obstante, tal y como nos han explicado las mismas señoras (sí, se han visto muy pocos hombres en el lugar), la mayoría de las figuras, bolsos o mantas son importadas de otras zonas de Luzón. Eso sí, los precios son mucho más baratos.

Creo que lo más mágico de Ifugao es que, por muy turístico que sea, es difícil encontrarse a más viajeros por las terrazas (como nos pasó en Taman Negara, Malasia, donde había más turistas que vegetación), no hay más facilidades para llegar hasta allí que tus propias piernas y la recompensa de tal esfuerzo es maravillosa.

Ifugao, Batad, Filipinas

Cómo llegar hasta Batad

Los jeepnys desde Banaue te dejan en la parte más alta de la montaña, en una explanada con algunas paradas donde puedes comprar agua o algo de comer (los plátanos de la zona están riquísimos). Allí también puedes alquilar un guía y un bastón para ayudarte por los arrozales. El resto del trayecto sólo es posible hacerlo a pie. Desde donde comienza el recorrido hasta el pueblo hay como unos 40 minutos de trayecto a paso ligero; y, desde allí hasta la Tappiyah Waterfalls hay una media hora sin parar. Esta cascada es impresionante, tiene unos 70 metros y, además, puedes bañarte en ella. Lo único malo es que la vuelta se hace especialmente dura, ya que la subida hasta el pueblo es bastante empinada (querrás morir).

Ifugao, Batad, Filipinas

He aquí un ejemplo de dónde estábamos y hacia dónde nos dirigíamos (abajo del todo). Dando vuelta a esa montaña por su parte inferior ya está la cascada. El problema, como siempre, es la vuelta. Unas dos horas y media, 3 con descansos, hasta arriba del todo.

Periodista digital especializada en viajes

2 Comments

  1. sí, es un lugar impresionante 🙂 Pues, los pocos que vimos eran los guías o algún que otro transportando sacos hasta abajo… ya, abundaban más las mujeres

    Un saludo Dani!

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