Diario filipino: Sagada y Banaue

Banaue, Filipinas

 

Banaue, Filipinas

Despues de nuestra terrible experiencia en zombiland, por fin llegamos a Sagada y Banaue, dos pequeños pueblos del norte de Filipinas conocidos por sus arrozales. De hecho, las terrazas de arroz de Batag, en Banaue, son consideradas como la octava maravilla del mundo. Hace unos años estaba incluida entre las 7 naturales, ya que todos los cultivos a desnivel eran creados a mano y se veían de un verde intenso. Actualmente algunas de las parcelas están abandonadas, ya que al ser familiares, algunos jóvenes de la zona han ido a estudiar al extranjero o a trabajar fuera.

Esto, además de hacerle perder puestos en el ranking, ha disminuido su turismo (aunque esto ya no es Manila, por aquí si que se ven más extranjeros). Para mejorar esto último, según nos contó Joey, nuestro chófer particular, algunos voluntarios de la capital vienen a intentar arreglar su carretera de acceso, que es un autentico desastre, y a ayudar con las infraestructuras.

 

terrazas de arroz en Banaue, Filipinas

Nosotras tuvimos la oportunidad de visitar ambas, las de Sagada y las de Banaue. Las primeras sí que eran más verdes; aunque las segundas, que son las famosas, son las más impresionantes. Desde luego, después de poder ver cómo se cultiva el arroz, por el que hay que esperar 6 meses para su recogida, no entiendo cómo éste no está más valorado, ya que tiene mérito. Los agricultores, sobre todo las señoras, se dejan los pies, literalmente hablando, en cada subida y bajada por el fango. Todas ellas tienen la columna encorvada y los dedos gordos deformados de subir y bajar por aquellas piedras descalzas. Algunos niños también trabajan, aunque no vimos más que un par de ellos. Por lo general, ambas aldeas de las terrazas cuentan con escuelas donde éstos aprenden las canciones de la tierra, las mismas que las señoras tararean mientras labran en recuerdo a sus difuntos. Asimismo, el nivel de inglés por esta zona es mucho más alto, ya que incluso las ancianas son capaces de contestarte en ese idioma, y no como en Manila, donde no lo entendían ni los guardias de seguridad.

 

terrazas de arroz de Banaue, Filipinas

Los trekkings en los dos pueblos tienen una duración de 6 horas, sí, yo tampoco me creo haberlo hecho; y para cruzar las aldeas de las terrazas hay que pagar unos 10 pesos (20 céntimos) que van para el pueblo. Los habitantes del norte, la verdad, no tienen nada que ver con los de la capital, pues son amables y simpáticos. Lo único es que no permiten hacerles fotos, ya que creen que trae mala suerte y que a través de la imagen el diablo se lleva sus almas. A excepción de dos ancianas con las que nos encontramos que parecen haber entendido el negocio y pedían «money, money«. A algunos niños sí les gusta, aunque es mejor que no te vea ningún adulto y, si éste se esconde, no insistir.

 

niños de Batad, Banaue, Filipinas

Al final del eterno recorrido, por el que se pasa por distintos arrozales, hay premio: un cascada en cada uno de ellos donde sí esta permitido el baño, una auténtica pasada.

En Sagada, además, están las cuevas de Sumaging, nuestro segundo engaño. Hay que reconocer que fue la excursión mas impresionante de todas, aunque también fue la menos preparada. Allí íbamos nosotras, con nuestros shorts, camiseta de tirantes, playeros, cámaras de fotos réflex, móviles, guías, y más cosas súper útiles para hacer espeleología. No teníamos la culpa, ni siquiera sabíamos que íbamos a eso, aunque una vez que entras, no hay marcha atrás, tienes que escalar, cruzar cuerdas a pulso para no caer en el agua, y colarte por agujeros mínimos para seguir descendiendo y alcanzar la salida. 5 horas en una cueva cuya entrada estaba repleta de tumbas y huesos humanos; y su interior de grutas y lagos habitados por murciélagos. A todo esto, según la guía, esta actividad era sólo recomendada para turistas con coraje, con cierto nivel en espeleología y preparados. Como veis  cualquiera parece que podemos serlo. Después de todo, también el trekking lo hicimos en vaqueros y chanclas.

 

cueva de Sumaging, Filipinas

Lo mejor para ir de Sagada desde Banahue es coger uno de los autobuses de la guerra que heredaron de los americanos. Nosotros encontramos a Joey, un filipino súper majo que, aunque empezamos acusándolo por creer que nos estaba estafando por el precio del viaje (300 pesos por 3 horas, que vienen a ser unos 6 euros), al final acabó llevándonos allí donde íbamos. Incluso nos dejo viajar en el capo del coche, como los nativos y nos tocó música en directo con la guitarra.

Pero éste no fue la única adquisición del viaje. Si ya éramos «pocos» (9), aquí recogimos también a un francés muy simpático, Bastien; un ruso, «el come pollos»; y un alemán que vive en Taiwán. El ruso era el más extraño de todos, tan pálido y protestón. Su mote, por si queréis saber de donde viene, es por los huevos de embrión típicos de Filipinas, los Baluts; ya que mientras se comía el embrión relamiéndose, nos comentaba que los de Manila tenían hasta pico, por lo que el de esta imagen no debe de ser muy representativo (aunque da el mismo asco).

 

baluts, Filipinas

Con Joey también aprendimos muchas cosas como, por ejemplo, cómo conducir bajo la lluvia sin parabrisas. Curioso, de verdad. Por supuesto, estos autos de la guerra están todos destartalados, aunque nos sorprendió que pudiera subir por caminos levantados de tierra por los que un coche occidental acabaría destrozado. Cuando llueve, nuestro chófer lleva una botella de litro y medio de coca cola en el coche rellena de agua que va echando sobre el cristal externo para limpiar las gotas. En el caso de que la lluvia sea muy intensa, entonces lo que hace es frotar el cristal con tabaco para que éstas resbalen.

El tabaco es otro tema interesante, ya no sólo por el precio de una cajetilla (60 céntimos), sino por el Bittle Not, unas hojas de tabaco que venden junto con unos polvos blancos, hojas y dos bellotas. Lizy Al parecer son narcóticos, y ellos no hacen más que masticarlo. Acto seguido lo escupen, los labios se les quedan rojos y, los pocos dientes que les quedan, negros. El efecto aún no lo sabemos, aunque para no quedarnos con la duda, nosotras también hemos comprado para probarlos nada más aterrizar en las islas.

 

Bittle Not, Filipinas

Dos días de los más intensos, demasiado deporte y riesgo. Ahora, después de las 9 horas en el autobús de Playmobil, ya que lo montan antes de salir (e incluso llevan asientos de repuesto en el maletero) de Banaue a Manila y de echar la siesta en el aeropuerto mientras esperamos 5 horas por nuestro vuelo, llega la mejor parte del viaje: islas, sol, playa, buceo y cervecita fría.

Periodista digital especializada en viajes

6 Comments

  1. Bueno, ahora viene el relax, el buceo y el agua cristalina y paradisíaca.
    Estáis dándome una envidia enorme, no os hacéis una idea.

    Seguid pasándolo tan bien como hasta ahora (o mejor, si cabe).

    Un beso,
    Radamés.

  2. Hola Rada! Si, esto es genial! Pero hoy ya se acaba la playita, hasta el día 8 que nos vamos a Palawan. Hoy nos vamos a las chocolate hills 😀 ya te enviara Ire fotos, aunque la mayoría las tenemos en la cámara. Un besin

  3. Me encanta como lo cuentas..! Que aplicada entre tanta aventura y cansancio!

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