Chiang Mai, la ciudad que me ha enganchado

Chiang Mai

Chiang Mai

Ahora mismo debería de estar viajando hacía Laos. Al menos eso es lo que tenía pensado hacer cuando se me caducase el visado de Tailandia. Pero en un viaje uno no puede hacer planes, algo que por otra parte siempre he odiado. Me gusta dejarme llevar, improvisar. En mi día a día en Barcelona era imposible, estaba atada a miles de colaboraciones, a un alquiler y una rutina que, ahora que la recuerdo desde afuera, me ahogaba.

En un viaje, sin embargo, todo fluye. Por eso ayer renové mi visado. Fue en una mañana horrible. De esas que todos los autónomos tenemos de vez en cuando en Hacienda. Colas y más colas para que, cuando llega tu turno resulta que te falta algún papel, que has rellenado el formulario con el color equivocado (rosa) o ¡vete tú a saber! Al final, estuve allí atrapada 4 horas, porque además tuve la suerte de llegar cuando los funcionarios se iban a comer.

chiang mai templo

La razón por la que he decidido quedarme unos días más no la tengo muy clara. Con Chiang Mai he tenido una conexión que pocas veces he tenido anteriormente, de hecho, creo que solo es comparable con la que tuve en su día con Madrid o Londres. La diferencia es que, aunque yo soy muy de ciudades grandes donde perderme, esta es pequeña y manejable.

Muchos de los viajeros que deciden viajar por Tailandia suelen visitarla al principio del recorrido, dejando las islas para el final como premio. Para mi esa recompensa ha sido Chiang Mai. La ciudad a la que el pasado año quería mudarme para trabajar desde aquí y que, una vez comencé a planearlo se convirtió en este viaje. Lo que nunca pensé es que, sin apenas conocerla, íbamos a conectar tan bien.

chiang mai templo

Su casco antiguo está repleto de pequeñas calles donde lo mejor que puede hacer uno es perderse por ellos. Algunos de sus muros, especialmente los situados en el norte y hasta la embajada de Estados Unidos, están repletos de obras de Street art (algunos os los enseñé por Instagram Stories). El arte es uno de sus puntos fuertes: hay numerosas tiendas de pinturas, tatuajes y galerías de arte. Muchos de sus locales están cuidadosamente decorados, de tal manera que me ha recordado a la calle de Enric Granados, en Barcelona. Una mezcla entre cuqui y hípster.

Al caer la tarde, tanto en algunas zonas del centro como en los alrededores de su casco antiguo se llenan de pequeños mercadillos nocturnos de ropa y comida. La primera de ellas es algo cara. En realidad, en Chiang Mai lo que es barato es el alojamiento (yo pago unos 4 euros por noche) y la comida. Esta última puedes encontrarla desde 40 baths, que es 1 euro.

heladería i-Berry, Chiang mai

Y qué decir de los templos. Toda la ciudad está plagada de ellos. El más grande e importante de todos ellos es el Wat Chedi Luang, situado justo en el centro de Chiang Mai. Esta fortaleza, a la que para entrar será necesario llevar los hombros y las piernas cubiertas – en la entrada hay pañuelos para cubrirse – es una de las imágenes de la ciudad. Lo que más llama la atención es que está compuesta por cuatro lados y, en dos de ellos, aún se conservan las esculturas de elefantes, el animal insigne. El complejo, que está parcialmente derruido a causa de un terremoto, data del siglo XIV.

Wat Chedi Luang, Chiang Mai

Los que sí se pueden visitar son sus templos de los alrededores, donde se halla un tétrico buda de cera. En realidad todo lo que esté hecho con este material da muy mal rollo. También hay un Buda reclinado, como en toda Tailandia, y algunos más en diferentes posturas.

Buda de cera, Chiang Mai

Lamentablemente, a pesar de que la mayor parte de sus templos son una pasada, la fama de Chiang Mai tiene que ver con los santuarios de elefantes, los centros de tigres, monos que andan en bicicleta y otras actividades más denigrantes. La mayor parte de los que asisten a estos lugares suele ser gente que ama los animales, por lo que el problema es la gran desinformación que hay del tema. Aunque ya hablé de ello en este blog en el post “Tú también quieres ser un turista responsable, aunque aún no lo sabes”, en la Conde Nast Traveler y en la National Geographic, me gustaría retomar el tema para pedir a aquellos que vengan a Asia que eviten toda actividad con animales. Para que tú puedas bañarte con un elefante, subirte a su trompa, pasear en él o darle el biberón a un tigre, esos animales antes han sido maltratados. Todos han sido separados de sus madres, les han quitado las garras y los han drogados, además de otras torturas físicas. Cuidado también con los llamados orfanatos, algunos aprovechan este nombre para enternecer a los turistas. Si quieres saber qué lugares son o no responsables os recomiendo que lo consultéis en la página de Faada.

chiang mai elefante

Por mi parte, este será el único elefante que tocaré.

Un lugar al que sí os recomiendo que vayáis es al Grand Canyon. Una enorme piscina natural donde te puedes tirar desde las alturas, además de pasarte el día en el agua. Está a las afueras de Chiang Mai, pero se puede ir en red bus, los autobuses que se usan para moverse por la ciudad. No existen paradas en sí, sino que tú vas caminando y si necesitas uno lo paras y le explicas a dónde vas, él te dice la tarifa – que dependerá de la distancia donde estés – y si te interesa te subes. Es mucho más económico que el tuk tuk.

Grand Canyon

A pesar de la belleza de la ciudad, Chiang Mai también me ha enganchado por su gente. Tiene bastante turismo, pero me ha dado la oportunidad de conocer a gente local maravillosa. Mi ojo para escoger hostales ha hecho que fuera a parar no solo a uno de los más baratos, sino también al único que debe de haber en la ciudad donde todos los huéspedes son tailandeses excepto yo. Gracias a ello el domingo uno de ellos nos llevó a varios de nosotros a visitar Bo Sang, un pequeño pueblecito de los alrededores conocido por ser donde se ubica el centro de creación de sombrillas. La visita es gratuita y en ella se puede ver cómo las fabrican a mano.

Una de las tailandesas, Panwad, fue mi acompañante en los últimos días. Ella fue la que me descubrió una parte de la ciudad que hasta entonces desconocía y que ahora posiblemente sea uno de mis barrios favoritos. Lo curioso de salir con tailandeses, bien de día o de fiesta, es que te llevarán a lugares donde tú serás el único extranjero. La experiencia mola, lo malo es que como su inglés no es muy bueno y el mío tampoco en este viaje tengo la constante sensación de ser idiota. Sonrío, “¿Qué?”, “jajajaja”, “No, en serio, no te entiendo”, “jajajaj”. Y así todo el tiempo.

Bo sang umbrella village

Bo sang umbrella village

También he conocido gente de otras nacionalidades: Kwait, inglesas, españoles, americanos y, ahora mismo, un grupo de tres chinos. Uno de ellos se me ha acercado para invitarme a un cigarro “Son los mejores de China”, me ha dicho. Y yo, que voy aceptando todo lo que me dan los desconocidos (mamá no leas esto), me lo he fumado. Luego se han sentado en mi mesa y me han empezado a contar en un inglés perfecto lo mucho que les estaba gustando Chiang Mai. Al final me han regalado su cajetilla. ¿Quién decía que los chinos eran un gueto y nunca se relacionaban? Vale, creo que me tengo que callar la boca.

chiang mai maya

Conclusión: no me quiero ir nunca de esta ciudad. Aunque me lo están poniendo difícil, pues mañana con el cuento de la fiesta de fin de año y del agua las habitaciones en los hostales cuestan el doble y aún no sé dónde acabaré. No obstante, lo que hace tan especial a esta ciudad es que me he sentido más cerca que nunca de la realidad, esa que no había vuelto a experimentar desde que empecé el viaje. En Chiang Mai recibí la peor llamada de mi vida, lloré, me ilusioné – aunque haya sido efímero – río, sigo conociendo gente y los momentos a sola… Los momentos sola los aprecio como nunca antes había hecho. Será porquue me cuesta mucho encontrarlos. En realidad no sé muy bien por qué me he quedado, pero estoy contenta de haberlo hecho. Supongo que es duro decir a adiós a algo que te gusta, aunque la semana que viene será el momento.

P.D Por favor!! Llevo toda la mañana en una cafetería donde solo he consumido un zumo de melón y unas tostadas, porque soy un poco rata, y la señora ha salido a traerme agua con hielo, por si me daba un chungo con el calor. ¡No me digáis que no son monísimos!

Periodista digital especializada en viajes

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