El pasado viernes 23 de abril se celebró en Barcelona el día de Sant Jordi (o Diada de Cataluña), una especie de San Valentín a la catalana en el que los chicos regalan rosas y las chicas libros (gracias a Dios esto ha evolucionado un poco y hay muchas chicas que también reciben libros).
Durante todo el día, Barcelona rebosaba de puestos con rosas de todos los colores, mesas con libros y carpas con escritores rodeados de decenas de lectores ansiosos por una dedicatoria. Un día muy especial para todos los catalanes, pues sólo hacía falta ver la cantidad de banderas de Barcelona y Cataluña que colgaban de los balcones de las casas o que ondeaban en los autobuses urbanos.
Pero esta historia ha ido evolucionando con el tiempo hasta que este caballero acabó luchando en las filas del ejército en las diferentes batallas de Cataluña. Según la tradición cristiana, un soldado romano defendió el cristianismo con su vida y acabó nombrado santo: Sant Jordi, el patrón de Barcelona, que comparte el honor con la Virgen de Montserrat. También se dice que fue un 23 de abril cuando el santo fue decapitado.
¿Y el libro? Bueno, el mismo día 23 de abril ha sido declarado por la Unesco el Día del libro, por lo que seguramente sea para conmemorar la muerte de dos grandes plumas de la Historia de la Literatura como Miguel de Cervantes y William Shakespeare, que murieron por estas fechas. Además, uno de los escritores más relevantes de la literatura catalana, Josep Pla, también falleció un 23 de abril de 1981.
Y, con esta fiesta, la Plaza de Cataluña, las Ramblas, Puerta del Ángel o el Paseo de Gracia se convirtieron en hormigueros intransitables en donde hacerte un hueco entre tanta gente fue prácticamente imposible, pues es, aquí en el centro, donde los escritores de diversa índole se dedicaron a firmar los libros de sus lectores.
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