Yo también me fui a Londres a estudiar inglés

estudiar inglés en Londres

estudiar inglés en Londres

Yo también me fui a Londres a estudiar inglés, y me lo pasé muy bien. Tan bien que podría incluir el 2008 como uno de los mejores años de mi vida. Un nuevo país, un nuevo clima, nuevos amigos y no, no un nuevo idioma, aunque casi. Estudiar inglés da pereza, sólo aquellos que tengáis facilidad de idiomas no estaréis de acuerdo. Clases y más clases de phrasal verbs para que, años más tarde, no sepas colar ninguno en una conversación, por no hablar de las preposiciones. Parecía que me hacía entender mejor con mis gestos y garabateando con el boli en el mapa que intentando pronunciar lo impronunciable. Y eso que mi nivel de inglés, como la mayoría de los CV  españoles, era «Upper Intermediate«. Esfuerzo no me faltaba.

Todavía recuerdo con ilusión cuando a los ocho años mis padres decidieron enviarme un mes a Irlanda en los intercambios del colegio. Ellos también estaban ilusionados, aunque por otras razones: «Ya verás qué bien le viene, cuando sea mayor será casi bilingüe». Pobre papá. Su primera pregunta nada más aterrizar en el aeropuerto de Santiago: «¿Qué palabras nuevas aprendiste?». Obtuvo la respuesta más triste y desesperanzadora de la historia: «The food is very hot«. Y ya está. Un mes entero en Dublín para aquello.

No debió de servirle de lección, ya que un año más tarde volvía a estar en la misma casa de los Anderson. Ni siquiera recuerdo qué más pude aprender ese otro mes, quizá que aquellos Pops Corn Kellogs tan míticos no me gustaban en absoluto. O quizá no, porque recuerdo desayunarlos cada mañana de ese segundo mes. Otro intento frustrado que, en vez de lo que haría cualquier padre (tirar la toalla), al mío le debió de parecer poco. El tercer intento aún fue peor.

Esta vez el lugar lo escogí yo: ¡California! Y, tras vender los próximos tres años de vacaciones familiares, mi padre accedió. Nada más llegar, primera en la frente: la familia era mexicana. Un susto para mis padres que, obviamente, a mí con 15 años me preocupaba más bien poco. Es más, saqué la ventaja de que me llevaron a cruzar la frontera con México y visitamos Tijuana y las playas de los alrededores. «Al resto de mis compañeros de clase sus familias apenas les llevaron al supermercado. He tenido mucha suerte», dije a modo de lectura positiva, pero a mis padres pareció no convencerlos demasiado. El segundo revés fue que, debido a problemas con la organización, al final acabamos cuatro españolas viviendo con la misma familia. Todo un festival que indicaba que allí, de inglés, más bien poco. No obstante, el viaje no fue en balde: amor de verano con un ex presidiario, un tatuaje que aún llevo en la espalda con horror y una puesta de largo que, ni con esas, hicieron perder la esperanza de mi padre. La rebeldía de la adolescencia yo debí vivirla muy intensamente.

Trabajar en el starbucks
Un día cualquiera en el Starbucks

Nueve años después aterrizaba en Londres, aunque en esta ocasión con absoluta predisposición por aprender inglés, sí, esta vez sí. No podía posponerlo más. También tocaba trabajar, esa era mi excusa: «Me buscaré un trabajo en lo que sea, da igual». Todo así, de golpe, fue duro. Bueno, miento. No fue para nada duro, aunque esa es la imagen que todos tienen de tu situación cuando dices que te vas y, en el fondo, a los que nos hemos ido nos mola que la tengan. Pero detrás de esa fachada de jóvenes que se lanzan a luchar por su futuro lo que hay es un Erasmus fuera de tiempo en el que, en vez de no ir a clase, sí que tienes que esforzarte y levantarte a servir cafés, en la mayoría de los casos. Todo lo demás me atrevería a decir que es igual. También quiero aclarar, para que nadie se enfade, que eso era así antes, cuando no estabas obligado a huir. Hoy en día las cosas son un poco diferentes, aunque yo no deje de ver Erasmus en las caras de la gente.

Londres mola. Mucho. Pero de eso ya os he hablado un montón de veces en el blog. Dicen que no es la mejor opción para aprender inglés, pues allí casi no hay ingleses, pero te diré una cosa: aquellos que se aislaron para aprender un correcto british fuera de la gran capital no han sido ni la mitad de felices que lo hemos sido los que nos decantamos por Londres (sí, es así). La clave está en no hacer lo que harás una vez llegues: juntarte con españoles. Eso y, sobre todo, apuntarte a una academia de inglés. Sí, todos hemos dicho eso de: «Total, en el trabajo tengo que hablar en inglés, ya lo iré aprendiendo». Mal. Como te digo, si no eres enfermera, ingeniera o bilingüe para buscarte un curro decente y por consiguiente terminas como la gran mayoría (es decir, sirviendo cafés en el Nero o en el Starbucks, y ya puestos, mejor que sea Nero, te explotan mucho menos, aunque en el Starbucks hay más nivel… el café me lo pidió Jonathan Rhys-Meyers), posiblemente tus compañeros serán de todas las partes del mundo menos ingleses. Bien, tendrás muchas casas a las que ir gratis en Corea, Tailandia, Italia y Polonia, pero tu inglés puede llegar a España mucho peor de lo que te fuiste.

Tampoco te creas que es tan fácil superar una entrevista de trabajo con tu «Upper Intermediate«. Confieso que a mi llegada, y es muy triste lo que voy a decir, me cogieron al cuarto intento. Supongo que con el panorama actual aún debe de ser más complicado, de ahí a que cada vez haya más academias que se centran en ofrecer programas de inglés más trabajo, como en el English Studio, donde te ayudan a preparar tu CV y a enfrentarte a una job interview. Parece una bobada pero, os aseguro que es bastante más complejo que coger una plantilla de Internet y ponerte a rellenarla. Aunque quizá, lo que más se valora de estas clases, además de estar en una de mis zonas favoritas, Holborn (todo a mano), es que te enseñan frases del día a día, coloquialismos que cuando llegues te sonarán a chino y que, cuando te vayas, quizá te ponen el mote por pesado. No te preocupes, nos ha pasado a todos.

Londres

Y ahora, por si cae por aquí algún posible responsable de recursos humanos al que pudiera enviarle mil veces mi CV, nunca se sabe, quiero aclarar que mi inglés actual va sobre ruedas. Nos os preocupéis, Upper Intermediate y subiendo (lo mío me ha costado).

Periodista digital especializada en viajes

5 Comments

  1. Jajajajaja no lo había leído pero me ha encantado sobre todo la verdad sobre los phrasal verbs jajajaja y en cuanto a tus 4 intentos era cuestión de suerte y de donde vivieras…que yo puedo contar que me pillaron a la primera y no porque me inglés fuera mejor sino porque iban a abrir un Nero cerca de mi casa 😉 que tiempos…

  2. ¡Qué bueno! Estoy de acuerdo en eso de los jóvenes que se van a aprender inglés después de los estudios (yo fui una de esas) y parecemos Erasmus que vamos fuera de horas y tenemos otras responsabilidades (la mía no era servir cafés, era cambiar pañales, pero pa’l caso…). También es verdad que esa experiencia genial para un jóven que quiera mejorar el inglés no es exactamente lo mismo para uno de treinta o cuarenta que se encuentre en la misma situación por culpa de la crisis… una pena.

  3. Jajaja ¡Muchas gracias chicos por los comentarios! Lo de cambiar pañales yo lo intenté, Sonia, pero parece que no era lo mio 😀 Nadie me quería como Nany jajaja Y sí, Paula, sería suerte de donde vivieras pero luego tampoco me pusieron muy cerca de casa, no te creas 😀

    Para gente mayor tiene que ser una experiencia muy dura.

    Un besin para todos! Gracias!

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